Tú, yo y todos. Lo que necesitamos todos es amor incondicional.
Y está en nuestro interior, no tenemos que buscarlo fuera de nosotros.
Hace un par de días tomando algo con una amiga surgió el tema de mi visibilidad on y of line. Ella, con su energía vital arrolladora, trataba de impulsarme, de empujarme hacia adelante. Fue de manera verbal, pero si hubiese sido gestual, por ganas, estoy segura de que literalmente me hubiese dado una patada en el culo para que avance más de prisa, para “¡que te muevas, coño!” _como decía ella_.
Y lo que yo digo es que cada quien tiene sus ritmos, cada una tenemos una energía diferente, que se expresa en unas formas diferentes (no solo de nuestro físico, sino en la manera de movernos, hablar, comportarnos…). Y ninguna es mejor ni peor. Diferente.
Si quieres saber un poco sobre esas energías innatas te recomiendo el libro El código emocional de la enfermedad, de Niek Brouw.
Al día siguiente, mi querida amiga trató de disculparse por las formas, el ímpetu, etc. Intento inútil, pues no había nada que disculpar. Para nada me sentí ofendida, en ningún momento me sentí molesta. Sus palabras podían ser impetuosas, pero desde el minuto cero capté desde dónde venían, desde el corazón, desde la intención de ayudar.
Vale que igual no le había pedido su opinión, vale que tengo la mía propia y vale también que tras sus palabras había condena de mi actitud a su modo de ver pasiva o demasiado lenta…
Pero todo es una interpretación que ella hace de lo que cree yo estoy haciendo (o no haciendo bien), todo es un punto de vista de una persona. Y por ello la acepto, como tal lo escucho. No me lo tomo como nada personal.
Y así, respeto su opinión y sobre todo, respeto a la persona y entiendo sus formas, su energía, su manera de comunicarse. Es más, agradezco la intención y desde dónde lo ha hecho.
Otra cosa es que vaya a hacerle caso… Tendré presente sus sugerencias y veré lo que aplico y lo que no. Pues, como digo, tengo mi manera de ver y hacer las cosas.
De todo esto concluyo que:
No, no es que sea ejemplar, ni comprensiva, ni tonta… ni nada de eso.
Para llevarse bien no necesitamos las mismas ideas, necesitamos el mismo respeto.
Comprobar en la práctica que esto es así, que al margen de las ideas que tenga cada uno, podemos ser amigos, convivir en el mismo lugar y/o simplemente aceptarnos, es muy alentador para mí.
Para mí que me he pasado la vida buscando la aceptación y el aprecio de los demás. De modo que temía expresar lo que pensaba y sentía realmente, porque tal vez sería rechazada, o atacada o despreciada. O simplemente no me iban a entender bien.
Así que me callaba, unas veces por no molestar u ofender y otras porque me tuviesen en consideración.
Y por otro lado, juzgaba, me sentía ofendida por las acciones y palabras que otras personas me dirigían, cuando hacían cosas que yo “ni loca haría”, cuando no compartían mi misma opinión o cuando me hacían una crítica; y tendía a alejarme de ellas, “ya no te ajunto” _como decíamos de pequeños_. Esto lo he vivido tanto con parejas como con colegas de trabajo. Cuánta inflexibilidad. Y ¡cuánto miedo se desprende, por favor!
Con los años he llegado a conocerme bastante bien y a aceptarme como soy. Y eso ha marcado un antes y un después. La aceptación de una misma es clave para el reconocimiento de lo que Soy debajo de todas las máscaras que he ido utilizando para protegerme.
Esas máscaras que todos tenemos, que si aún tú no conoces, puedo ayudarte a verlas e integrarlas (Taller Mis Máscaras)
Aceptación de mi humana imperfección, pues está el lado luminoso, el que me gusta tener; pero también está el lado oscuro, el que he tratado de ocultar y ocultarme sobre todo, ese lado más vergonzoso, o menos agradable de ver; ambos forman parte de mí. Y a ambos les presto atención.
Sí, me presto esa atención que buscaba antes en los demás. Esa aceptación. Ese amor que esperaba me diesen los otros. Porque, al final, lo único que buscamos y necesitamos es Amor.
Y no sabemos (porque se nos ha olvidado) que la fuente del verdadero amor está dentro de cada uno de nosotros. No hay que salir a buscarlo por ahí. Solo tenemos que mirar adentro, conectarnos con nuestro verdadero Ser y el Amor se dejará sentir, nos embriagará e incluso se nos desbordará salpicando a los demás con él.
De modo que no solo, les contagiaremos nuestras buenas vibraciones de ternura y calidez, sino que además vamos a ver más allá de sus corazas, vamos a comprenderlos, a sensibilizarnos con sus problemas, a empatizar más con nuestros congéneres.
Vamos a sentir una verdadera compasión hacia ellos, nuestros iguales, experimentando esa Humanidad compartida; todos miembros de un Algo más grande; igual que las estrellas, partes de un universo más grande.